El hombre invisible

El hombre invisible.

Aquel hombre era invisible, pero nadie se percató de ello.

Autor: Gabriel Jiménez Emán


 

Era una locura el ir y venir de las camillas por la entrada de urgencias. Un trágico accidente de  autocar, provocado por la imprudencia del conductor que había fallecido en el acto. Resultado: treinta heridos graves y 15 muertos.

 

Por los altavoces se pedía la colaboración de los trabajadores y familiares para que  donaran sangre de forma urgente. Rápidamente se formó una cola de personas exhaustas por el llanto y de otras que intentaban consolarlas.

Se les unió un caballero bien vestido, parecía uniformado al llevar un escudo cosido en el sueter azul marino. Se sujetaba el costado fuertemente. Su tez blanquecina, casi ceniza, suscitaba inquietud, pero nadie parecía percatarse de su presencia.

 

Le tocó el momento de entrar para la donación, pero sin saber porqué una y otra vez  se le adelantaba alguien que estaba detrás de él. Era un hombre muy prudente que aguantaba el desagravio estoicamente y eso que un reguero de sangre  inundaba sus pies. Sí, tenía una gran herida bajo su mano. Se le había clavado una de las aspas del volante y allí seguía sin aliento y sin ganas de tenerlo. Culpabilidad, sólo sentía culpabilidad y remordimientos.

 

Pilar Moreno, 9 de enero de 2017

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